jueves, 13 de octubre de 2011

Desarrollo de la identidad. Etapas evolutivas de los hijos

      Identidad es el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás. Si este concepto lo aplicamos a la persona, llegamos a la definición de que IDENTIDAD PERSONAL es la conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás. Implica una conciencia de la permanencia del yo. La identidad personal evalúa, coordina e integra las percepciones, que son análisis interpretativos de un conjunto de datos, a partir de los cuales obtenemos información.
 
      En la medida en que el niño se va diferenciando del mundo exterior va construyendo su propia identidad. La etapa de 3 a 6 años denominada por WALLON como del personalismo es la más significativa en la construcción de la identidad de la persona. El niño se diferencia de los demás mediante la oposición hacia gran parte de las propuestas que las personas le ofrecen.
 
      El crear un clima de seguridad de relaciones de calidad entre el adulto y los niños, la valoración y confianza ajustada de aquél en las capacidades de progreso de éste, y la interacción de los niños con las personas que conforman su entorno, con las que establecen relaciones de distintas índole, desempeñan un papel fundamental en la construcción de la identidad y de una imagen positiva y ajustada.
 
      Veamos CÓMO SE CONSTRUYE UNA ADECUADA IDENTIDAD PERSONAL dentro del desarrollo afectivo y social de la persona. La vida del recién nacido, se reduce casi exclusivamente a reacciones emotivas. Estas emociones se hallan ligadas, en los cuatro primeros meses, fundamentalmente a sensaciones orgánicas: hambre, sed, satisfacción del apetito... Poco a poco comienzan también las emociones ligadas al sentir sensorial íntimamente relacionadas con el cuerpo y debidas a estímulos exteriores: experiencias del tacto, visuales, olfativas. Todas estas vivencias afectivas poseen un carácter vital, sirven para la conservación inmediata de la vida.
A medida que el sujeto distingue los objetos que le rodean será capaz de establecer con ellos relaciones. Tres son los estadios que completan el camino hasta establecer relaciones:
  1. Estadio narcisista (0-2 meses): en un principio el niño sólo siente los estados de tensión y malestar, y únicamente en esta situación se establecen conexiones con el medio.
  2. Estadio preobjetal (3-8 meses): a partir del tercer mes el niño responde con una sonrisa; al quinto mes sonríe a la vista de un juguete o biberón; a los 6-8 meses entra ya en una etapa de transición a la otra etapa sonriendo sólo a personas conocidas.
  3. Estadio objetal (8-10 meses): crisis de angustia, el bebé reacciona con temor ante la vista de una persona, aún conocida, en ausencia de su madre.
      Aplicado esto a los tres primeros años de vida, evoluciona desde un conocimiento de las personas (en el segundo trimestre de vida), a un reconocimiento de sí (18-24 meses los niños reconocen su imagen y comienzan a usar los pronombres personales), para llegar a la adquisición del rol sexual (a los tres años usan el conocimiento de la identidad sexual y de género).

      En cambio, entre los tres y seis años de vida, el niño llega a conocer las características de los otros aunque se base en lo externo y en las apariencias. Conoce también las relaciones interpersonales (autoridad, sumisión, amistad.) y los sistemas e instituciones sociales (es un conocimiento basado en rasgos o aspectos externos, perceptibles).

      Entre los cuatro y seis años la vida emocional del niño sufre profundos cambios. Los más importantes son:
  • El comportamiento emocional tiende a normalizarse (cambio de humor menos bruscos)
  • El comportamiento tiende a a ser menos explosivo y causal.
  • Lo que las emociones pierden en violencia, lo ganan en variedad y riqueza.
  • Las emociones tienden a socializarse.
      Todo esto es debido a su mayor capacidad de control e inhibición, y a que poco a poco ha ido aprendiendo que ciertas manifestaciones emotivas no son aceptadas socialmente.

      Cabe decir que el apego y la amistad son los vínculos afectivos y sociales básicos. Es ésta una relación afectiva que el niño establece con las personas que interactúan de forma especial con él. Este vínculo conlleva distintas pautas de conducta que fundamentalmente pretenden conseguir la proximidad con la persona a la que se está apegado y conductas de interacción privilegiada: llamadas (lloros, gestos), contacto (abrazos), vigilancia y seguimiento perceptivo de esa persona, conductas motoras de aproximación. El apego implica un modelo de representación mental, los recuerdos que la relación deja, las expectativas que crea. Este vínculo se forma en el primer año; en el segundo se consolida.

      Por último, debemos hablar de un capítulo interesante a considerar en relación a la afectividad: la relación entre hermanos. En teoría el vínculo entre hermanos se basa en el amor, pero surgen temores sobre la posibilidad de perder, por la aparición de otro, parte de afecto, status, seguridad. Son los celos. Pero si se añade la sospecha de que el otro puede ocupar un lugar de privilegio surge la envidia. La situación familiar puede paliar esa competitividad emotiva.

      A partir de los seis años estamos ante un período relativamente tranquilo y de grandes logros en la vida del niño. Adquiridos ya los primeros hábitos de la vida social (control de esfínteres, control de reacciones agresivas, interiorización de las normas fundamentales de convivencia) el niño llegará a: consolidar su identidad; adquirir conciencia de sus capacidades y sus limitaciones; percibir su situación en el mundo social; aceptar las normas; adoptar comportamientos coorperativos; evolucionar desde posiciones de heteronomía moral a posiciones de autonomía y acuerdo social; desarrollar actitudes y comportamientos de participación, respeto recíproco y tolerancia. 

      Han pasado ya los conflictos originados en la socialización primera y en el aprendizaje de los hábitos básicos de la vida social. En este período, el niño consolida su identidad, va adquiriendo conciencia de sus capacidades y de sus limitaciones, comienza a percibir su situación en el mundo. Es una edad en la que el niño desea agradar, tanto a los adultos, como a sus compañeros. 

      La progresiva aparición del pensamiento abstracto, por otro lado, hace posible que el niño comience a ser capaz de ver las cosas y de verse a sí mismo desde el punto de vista de otros. Esta posibilidad de descentrarse, de salir de la perspectiva egocéntrica, es la condición previa para el desarrollo de actitudes y comportamientos cooperativos e incluso propiamente altruistas.

      La interacción entre iguales durante este período, al igual que en edades anteriores y posteriores, es fuente de desarrollo y estímulo para el aprendizaje. También es positiva la emulación (deseo de superarse en relación a otro para conseguir un objetivo) en un contexto relacional cooperativo.

      Hacia los ocho años va desvinculándose de la familia para pasar a depender más afectivamente del grupo de amigos. Los adultos pierden la preponderancia relativa con que contaban en años pasados. Surgen las primeras amistades fijas. Hacia los diez años , el niño se encuentra integrado en la pandilla de carácter marcadamente unisexual y nada democrática en la que existe un líder. Esta pandilla derivará al final de la etapa en grupos mixtos donde aparecen los intereses sexuales. 

      En confrontación con los otros y con las exigencias de los aprendizajes que realizan, los niños van forjando su autoconcpeto y autoestima, lo cual implica el conocimiento y la valoración de sí mismos.

      En la etapa adolescente suele aumentar considerablemente la necesidad de autoestima.

      Todo lo afirmado anteriormente se consigue si la familia cuenta con un adecuado AMBIENTE donde se dan cinco elementos de forma importante y que disfrutan de suficiente espacio tal y como nos recomienda el pedagogo JOSÉ MARÍA LAHOZ GARCÍA:
  1. AMOR
  2. AUTORIDAD PARTICIPATIVA
  3. INTENCIÓN DE SERVICIO
  4. TRATO POSITIVO 
  5. TIEMPO DE CONVIVENCIA
      Como CONSEJOS PRÁCTICOS podemos seguir las recomendaciones del profesor GERARDO CASTILLO CEBALLOS del Departamento de Educación de la Universidad de Navarra que nos indica lo siguiente:
  • No debemos alabar a los hijos por sistema, independientemente de su conducta. Alabaremos y elogiaremos aquellas conductas que muestren esfuerzo y consideración a los demás y no dejaremos pasar aquellas que denoten dejadez o falta de respeto hacia las personas y cosas.
  • No renunciaremos a plantear a un hijo un tema de discusión por evitar un posible conflicto o enfado.
    Cuando sus actos o palabras nos parezcan inadecuados deberemos cuestionarlos y criticarlos aunque se muestren contrariados.
  • Debemos evitar que un hijo se sienta culpable o avergonzado, pero debe aprender a asumir sus responsabilidades y responder de sus actos.
  • La tolerancia total o el "todo vale" en nombre de la espontaneidad de los hijos tendrán consecuencias negativas en el desarrollo de su identidad personal. No debemos rebajar el listón de exigencias sin una justificación de peso.
BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA CON EL TEMA
EMILIA SERRA Y JUAN JOSE ZACARES: "La madurez personal: perspectivas desde la psicología". Ediciones PIRÁMIDE.
Ministerio de Educación. Instituto de Tecnologías educativas. " Escuela de padres".